NOTAS Y REFLEXIONES DE NUESTROS ACADÉMICOS

En Cuarentena

Por Carmen Luisa Letelier
Académica de Número
Academia Chilena de Bellas Artes

Desde hace ya más de tres semanas estamos practicando esta nueva de forma de vida semimonástica que nos impone su majestad el coronavirus.Pensé que sería insoportable, asfixiante, desesperante, pero me he dado cuenta de que estábamos viviendo en un vértigo de actividades que no nos permitían tener un minuto a solas con nosotros mismos, con nuestros pensamientos, con nuestros más profundos anhelos y ahora me puedo dar cuenta de cuán privilegiada he sido al tener una familia que apoye, hijos y nietos preocupados de nuestro bienestar, un pequeño jardín donde tomar algo de sol y gozar con las plantas, poder rezar con tranquilidad, en fin, hacer una vida como no la habíamos soñado en estos tiempos vertiginosos.

Los adelantos tecnológicos nos han permitido estar en contacto con el mundo como nunca antes, la calma nos ha permitido ordenar y clasificar papeles y documentos familiares para los que nunca había tiempo, estudiar esos preludios de Bach que requieren de largas horas de práctica al piano, leer esos libros que descansaban llenos de tierra en libreros olvidados, escuchar maravillosos conciertos sin hora de término, gozar de un cielo azul que ya habíamos olvidado, oír noticias tan peregrinas como la de la presencia de un puma en Ñuñoa, y por supuesto, tratar de luchar con el miedo y la angustia del fantasma que nos rodea y amenaza en lo desconocido.

Para los que somos católicos practicantes, ha sido algo muy especial este aislamiento que al mismo tiempo nos ha permitido entender lo que realmente significa pertenecer al Cuerpo místico de Cristo, es decir, ser parte de esta Iglesia que sufre y que se equivoca,, que debe cerrar sus templos, que debe realizar sus ceremonias más importantes a solas, pero al mismo tiempo tiene a todos los católicos del mundo unidos en un solo corazón y una sola plegaria. Esta Semana Santa, privada de la participación en las liturgias que celebran los misterios más grandes de nuestra fé, ha sido extraordinaria en el sentido de estar conectados con la Iglesia Universal. Para mí, que tengo a cargo una capilla en el campo, en Aculeo, que es la meta de nuestra dedicación familiar, cada Semana Santa era un verdadero alud de actividades, desde conseguir un sacerdote hasta preparar las procesiones, armar los altares del Via crucis, pedir permiso a Carabineros y ayuda para circular por el camino sin peligro de atropellos, traer las velas, el incienso, las hostias, arreglar las flores, conseguir lectores, preparar la música, atender al sacerdote y a la numerosa familia que siempre se congrega en esta ocasión, es decir, es una semana en que el repique de Gloria nos encontraba siempre muy cansados pero muy felices. Este año, de solo pensar en la querida capilla cerrada y obscura, se me aprieta el corazón. Pero la Resurrección ha llegado y debemos mirar hacia adelante con fé y esperanza.

Se ha producido una renovación de los lazo de amistad y de familia que estaban borrados u olvidados, nos ha hecho repensar nuestros medios económicos que están en franca disminución y peligro, creo que estamos más austeros, más amables, si salimos con permiso a pasear al perro saludamos a vecinos que nunca antes habíamos visto, llamamos a amigos lejanos y a tías o cuñadas solitarias. Creo que todo esto nos está cambiando ojalá que para mejor  y espero que cuando esto pase, como dicen  en el campo, ”si Dios quiere y vivos estamos”, podamos volver a abrazarnos y mirarnos de cerca.