Pintor. Desde joven, mostró interés por la pintura y el grabado, disciplinas que desarrolló en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile. Allí tuvo contacto con maestros que influyeron en su formación artística, aunque pronto definió un estilo propio basado en la representación del paisaje rural y la vida campesina.

El lenguaje pictórico de Montecino oscila entre el postimpresionismo y el expresionismo. Sus obras destacan por el uso audaz del color, las pinceladas enérgicas y la representación vibrante de paisajes de la zona central de Chile, con énfasis en la vida campesina. Este enfoque convirtió a Montecino en un cronista visual de las tradiciones y el entorno rural chileno.

Además de ser un pintor prolífico, Montecino se destacó como grabador. Participó activamente en el Taller 99, un espacio artístico fundado por Nemesio Antúnez que promovió el grabado como una forma de arte accesible y experimental. Su dedicación a esta técnica le permitió ampliar las posibilidades de su obra, explorando nuevas formas de expresión visual.

Como profesor en la Universidad de Chile, Montecino formó a generaciones de artistas y defendió la importancia del arte como un medio para preservar la identidad cultural. A lo largo de su vida, recibió numerosos reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Arte en 1993, un hito que consolidó su legado.