Fue una de las escultoras más destacadas del siglo XX en América Latina. Su obra, caracterizada por su monumentalidad, su vinculación con la naturaleza y su profunda conexión con la identidad cultural chilena y latinoamericana, ha dejado una huella indeleble en el arte contemporáneo.

Colvin se formó en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile, donde inicialmente se inclinó hacia el dibujo y la pintura. Sin embargo, fue en la escultura donde encontró su verdadera pasión. Bajo la guía del escultor Lorenzo Domínguez, comenzó a desarrollar su habilidad en el modelado y la talla, y poco después decidió continuar su formación en Europa. En París, estudió en la prestigiosa École des Beaux-Arts y en la Académie Julian, lo que le permitió empaparse de las corrientes artísticas modernas y del espíritu vanguardista europeo.

Su obra escultórica se caracteriza por un estilo abstracto y simbólico, en el que se observa una estrecha relación con los elementos de la naturaleza y las culturas precolombinas. Marta Colvin utilizaba materiales como la piedra, la madera y el bronce, y sus formas solían evocar montañas, ríos, y estructuras arquitectónicas ancestrales, aludiendo a la geografía y la historia de Chile y América Latina. La monumentalidad de sus esculturas busca generar un diálogo entre el espectador, el espacio y el entorno natural.

A lo largo de su carrera, Marta Colvin obtuvo numerosos reconocimientos. Fue galardonada con el Premio Nacional de Arte en 1970, convirtiéndose en la primera mujer escultora en recibir esta distinción. Además, su obra fue exhibida en importantes exposiciones internacionales, incluidas las Bienales de Venecia y São Paulo, consolidando su reputación a nivel global.

Entre sus trabajos más emblemáticos se encuentran «Caupolicán», una representación del héroe mapuche; «El árbol de la vida», una obra que celebra la conexión entre la humanidad y la naturaleza; y «Monumento a la paz», una escultura de gran escala que se encuentra en Hiroshima, Japón, y que simboliza el anhelo universal de armonía.

Marta  Colvin tuvo una importante faceta docente, enseñando en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile, donde influyó en generaciones de escultores. Su enfoque combinaba la técnica rigurosa con la exploración conceptual, fomentando una visión integral del arte.