Cartas de Amor

A Carmen Arriagada se la  considera la primera escritora chilena, debido al largo epistolario amoroso que sostuvo con el pintor Mauricio Rugendas, hombre del que se enamoró tras conocerlo en 1835 en una reunión de tertulia, realizada en casa de Isidora Zegers en la ciudad de Talca.​ Rugendas se encontraba en el país realizando cuadros con paisajes y personajes chilenos.

Ambos iniciaron un romance por casi 16 años a través de cartas. Como Rugendas viajaba pintando la realidad de Latinoamérica, se escribieron numerosas cartas de amor, de las cuales sólo se conservaron las de Carmen y que actualmente son exhibidas en el Museo Histórico O’Higginiano y de Bellas Artes de Talca.

Además del elemento amoroso, estas cartas constituyen un valioso testimonio de la vida en Chile hacia mediados del siglo XIX, desde el punto de vista de una mujer educada. Las opiniones de Carmen Arriagada se muestran críticas del machismo imperante, de la política de su época (tenía una opinión negativa de Diego Portales) y de mala situación de las mujeres en la sociedad, para las cuales reclamaba una mayor educación.

CARMEN ARRIAGADA

Hija del hacendado, militar y político patriota Pedro Ramón de Arriagada y de María Antonia García. Nacida en Chillán Viejo (Chile). Fue enviada a Santiago de Chile para adquirir educación. En 1825 contrajo matrimonio con el militar alemán Eduardo Gutike.

Al fallecer su padre, se trasladó con su marido a Linares, donde heredó algunos terrenos que fueron de su progenitor. Posteriormente, en 1836, el matrimonio se trasladó a Talca, donde Arriagada vivió hasta el momento de su muerte.

En 1835, Carmen fue visitada por Juan Mauricio Rugendas en su fundo de Llancanao. En su casa de Talca, a partir de los 28 años comenzó a participar de tertulias políticas, situación que no era del todo aceptada entre las mujeres de la ciudad, pero sí admirada por los hombres, quienes gozaban de su carácter, su cultura y su decisión. Un férreo admirador de Carmen fue el expresidente de la República, Manuel Blanco Encalada, quien no dudaba en expresar: “¡ Ah, qué mujer esta Carmen! Nunca en Chile he encontrado un alma mejor formada…”.

MAURICIO RUGENDAS (1802-1858)

El artista alemán recorrió Chile entre los años 1834 y 1842, retratando sus paisajes, gente y costumbres. Se codeó con lo más selecto de la sociedad santiaguina, pero terminó marchándose abatido por las dificultades económicas y el desamor.

De los artistas románticos alemanes que visitaron Chile durante el siglo XIX, Juan Mauricio Rugendas fue, sin duda, el más relevante. Nació en Augsburgo, en 1802. Recibió desde niño una prolija educación artística que incluyó diversos viajes a través de países de Europa y América. En 1821, llegó a Brasil y dos años después publicó el libro de grabados Viaje pintoresco en el Brasil.

Retornó a Europa y, al poco tiempo, su interés por otras culturas lo trajo nuevamente al continente americano. En 1831, visitó Haití y luego México, donde residió durante tres años. En 1834, llegó a Chile, iniciando de inmediato un intenso trabajo pictórico que originó obras como Llegada del Presidente Prieto a la Pampilla, y El huaso y la lavandera. En pocos meses, su carácter reservado y sensible le permitió acceder a los salones más selectos de la sociedad santiaguina. En una de estas reuniones sociales, durante 1835, conoció a Carmen Arriagada, esposa de su compatriota avecindado en Talca, Eduardo Gutike. Con ella estableció una larga relación sentimental, de la que se conserva un abundante intercambio epistolar.

En el ámbito profesional, la estada de Rugendas en Chile se caracterizó por los numerosos encargos de pinturas que recibió y que debía cumplir para mejorar su situación económica y así ayudar a su familia en Alemania. Por esta razón, y también por motivos personales, realizó frecuentes viajes a través de gran parte del territorio nacional. Durante un cruce de la cordillera de Los Andes, en 1837, sufrió un grave accidente, que lo mantuvo en Mendoza durante dos meses y lo dejó con secuelas físicas para el resto de su vida.  De regreso en Chile al año siguiente, continuó su trabajo y al poco tiempo se radicó en Valparaíso, cuyos vecinos eran sus mejores clientes y donde recibía el mayor número de encargos. Allí conoció a un nuevo amor, Clarita Álvarez Condarco, una joven perteneciente a una familia acaudalada. Ella se sintió atraída por el pintor, pero los padres de la joven lo rechazaron, a causa de su edad y condición económica. Pese a la honda depresión en que cayó, su producción pictórica siguió en aumento, hasta que en noviembre de 1842, recibió una carta de la joven Clara, confirmándole su amor, pero rehusándose a volver a verlo. Desilusionado, diez días después abandonó el país con rumbo a Lima. Sólo regresó a Chile para despedirse de Carmen Arriagada, en enero de 1845, y ese mismo año partió a Uruguay, por la ruta del Cabo de Hornos, para retornar definitivamente al viejo continente, donde murió a los 56 años edad.